Terapia de oneirataxia

Creo que todas las personas que escribimos en un momento u otro hemos llegado aquí. 

En este punto hemos leído demasiadas vidas,

hemos vivido más de otros que de nosotros mismos,

hemos silenciado momentos porque no había palabras para describirlos con certeza, 

y apunte,

hemos dañado con hechos,

hemos echado con daños,

hemos resultado dañados, 

y todo ello para qué.

Creo que todas las personas que escribimos tenemos una cuenta atrás programada,

entre lo que soñamos, lo que nos gustaría y lo que nos pasa. 

Y que las letras se hacen cortas para contarlo.

Porque somos egoístas, como todos los demás,

porque somos como el resto del mundo,

y aunque tenemos la duda en presente continuo,

siempre provocamos maneras de que nos despejen

de golpe, de realidad y de palabra. 

Como el resto del mundo.

Los clichés se abren paso por imaginarlos demasiado.

Les hemos dado demasiada orquesta.

Que no mientan con que escuchan música triste, 

que no se denominen como almas en la soledad absoluta, 

que no digan que solo en su lista de reproducciones está el indie, las baladas y los cantautores más famosos de Madrid,

como si no hubiesen bailado con reggaetón ni haber gritado esos estribillos que se te pegan en la boca.

Lo que viene en este punto, justo aquí, es el miedo a que no hablen de uno,

que no te reconozcan por lo que escribes,

ni por lo que callas entre líneas,

y el temor crece cuando piensas que todo lo que imaginas o sientes ya está escrito,

porque cuántas palabras han salido como balas de manos de Irene X o Elvira Sastre,

el temor crece cuando piensas que los pensamientos ya tienen propiedad en los términos de tantos otros, 

en formato legal, impreso y público

y que vuelves a transformarte en adolescente buscando tu sitio en el cosmos.

La verdad es que es tan absurdo indagar para ver qué es real de lo que no,

los nombres que se han inventado para hablar de otras personas,

el adverbio, el adjetivo, los minutos que le siguen a dejar que otros te lean y 

que menos mal que existen quienes no escriben.

A veces querría ser de ese tipo de personas.

Todo ello para no tener que hacer una lista de deseos, peticiones ni promesas:

Por favor, que nos den más motivos para escribir.

Por favor, que no se note tanto que echamos de menos.

Por favor, no puedes dudar de que cada vez que hablo contigo soy más yo que nunca.

Deja un comentario